El comienzo de 2018 dio lugar a las esperanzas de algunos expertos y analistas de normalizar y suavizar la tensión internacional, y se planteó interrogantes sobre la futura alineación de fuerzas en el mundo multipolar. En este contexto, es necesario considerar las transformaciones y sus resultados que han afectado a América Latina. En particular, una crisis profunda que se está hundiendo paso a paso la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), hasta hace poco era la única unión internacional “izquierda” de verdad en el planeta.
La Alianza Bolivariana es la unión muy interesante, pero esta asociación de integración de la región de América Latina a menudo poco conocida para la audiencia rusa, que fue fundada en 2004 por iniciativa de los líderes conocidos Hugo Chávez y Fidel Castro. El objetivo principal de la Alianza era promover el comercio y la cooperación entre sus miembros. Inicialmente, consistía de ocho países: Bolivia, Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Dominica, Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas. Pero en el año 2018 esta asociación incluye doce países de la región, siete del Caribe (Cuba, Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves), cuatro de América del Sur (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Surinam) y uno de América Central (Nicaragua). En términos de territorio la Alianza representa una tercera parte de la comunidad de América Latina y el Caribe y, a pesar de que en la comunidad científica existe el “ALBA escepticismo”, el peso geopolítico del ALBA sigue siendo bastante tangible.
En primer lugar, la Alianza Bolivariana se centra en la integración de la producción real. El principio fundamental de la interacción económica es la “complementariedad” de sus participantes: cuando las fortalezas de un Estado compensan las debilidades de los demás. Cabe señalar que el ALBA es un ejemplo de un intento de unir a los países latinoamericanos en la plataforma izquierda y evidencia convincente de que la idea izquierdista en la región aún está viva. Además, esta Alianza interestatal, se puede decir, con su ideología individual y original, combina casi todos los Estados que, en cierta medida, son partidarios del “socialismo del siglo XXI”.

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En 2017 la vida política en los países latinoamericanos del “eje izquierdo” entró en una etapa fundamentalmente nueva de su desarrollo. En vista de los acontecimientos del año pasado, el futuro de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América también se ve como “inseguro”. Para entender y seguir las posibles formas de desarrollo de esta asociación se debería ver con más detalle el panorama de eventos del año pasado y sus escenarios hipotéticos.
Después de la muerte del legendario Comandante, Fidel Castro, y la próxima partida de Raúl de la arena política en abril de 2018, Cuba terminará con un régimen dictatorial dinástico. El líder de la Isla de la Libertad, Raúl Castro, confirmó que dejaría su cargo el 19 de abril de 2018 y lo anunció oficialmente en una reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Es demasiado pronto para predecir qué escenario se desarrollará en Cuba sin los hermanos Castro, pero sin duda esto conducirá a cambios radicales no sólo en el Estado cubano, sino también en toda la región.
El líder actual de Ecuador tiene planes grandiosos, el objetivo principal es lograr la independencia energética. Para no repetir el trágico error de Venezuela que simplemente “comió” su presupuesto petrolero, y ahora está cosechando los frutos, el Gobierno ecuatoriano ha adoptado un nuevo concepto de independencia energética. La apuesta se hizo para la energía hidroeléctrica, gracias a las reservas de agua en las cordilleras de los Andes. A fines de 2018, se deberían construir y poner en servicio ocho plantas hidroeléctricas en el país. Algunos de ellos ya están funcionando, una de las plantas hidroeléctricas recientemente lanzadas (Guri) se ha convertido en la cuarta más grande del mundo. Cuando se pongan en funcionamiento todas las plantas hidroeléctricas planificadas, Ecuador podrá solicitar el estatuto del mayor exportador de electricidad en el continente.
En Venezuela, las transformaciones sociales se ven de nuevo como dudosas: como en los últimos años de la presidencia de Hugo Chávez, y más aún en la actual alineación de fuerzas. El liderazgo actual del país, encabezado por el Presidente Nicolás Maduro, está tratando de combatir el sabotaje constante, la escasez de alimentos, la crisis energética, pero parece que no se decide instituir realmente reformas, y mucho menos profundizarlas consistentemente. Aun 15 meses atrás, nadie hubiera pensado que el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, podría tener un futuro como dictador. Hoy podemos decir con seguridad que, por primera vez desde que Maduro fue proclamado sucesor de Hugo Chávez en diciembre de 2012, tiene las mejores posibilidades de permanecer en el poder. Además, recientemente, los partidos de oposición han experimentado un período difícil de “hundir” al país en una crisis política interminable, caracterizada por sus representantes como una forma pacífica y constitucional de salir de la crisis previa a través de las elecciones. Tuvieron la oportunidad de evitar este proceso, pero parecía que “se resbaló” de sus manos debido a errores y pasos incorrectos cometidos en unas pocas semanas. Por el momento, parece que ni el Gobierno ni los partidos de la oposición sienten las consecuencias de la crisis humanitaria sin precedentes que ha provocado la muerte de cientos de ciudadanos venezolanos del hambre y la privación todos los días desde principios de 2014. Todo esto se tendrá en cuenta cuando se prepare para una nueva ronda de conversaciones en la República Dominicana en vísperas de las elecciones presidenciales que ya parecen inevitables. Estas negociaciones se reanudarán el 15 de enero. Aunque ahora es difícil suponer exactamente a qué pueden llevar, la mayoría de los críticos de la coalición opositora “Mesa Redonda de la Unidad Democrática” se inclinan a pensar que la reunión en la República Dominicana no traerá ningún resultado. En este contexto, Lenin Moreno parece un reformador mucho más serio que los bolivarianos de Venezuela cuya retórica aún prevalece sobre el contenido real de la política estatal. En este sentido, Ecuador para otros países del continente latinoamericano aún no es un buque insignia, sino un símbolo de esperanza de cambio.
En Bolivia, el Presidente Evo Morales, ferviente partidario del “socialismo del siglo XXI”, mediante el referéndum celebrado en 2016, los ciudadanos se negaron a ser nominado para un cuarto mandato en el año 2019. Sin embargo, en diciembre de 2017, el Tribunal Constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia autorizó al Presidente a presentar su candidatura a las elecciones en 2019. La decisión judicial se extiende a “gobernadores, alcaldes, parlamentarios, miembros de asambleas municipales, así como también al Presidente y al Vicepresidente”. Se informa que, en caso de su victoria, Morales encabezará el país por cuarto período consecutivo hasta 2025. Con la iniciativa para la reelección de Morales, se realizaron una serie de movimientos sociales del país sudamericano. Esta decisión sobre una nueva reelección para un cuarto mandato ha sido objeto de severas críticas y la huelga en curso por la oposición, calificando de inaceptable, pero hasta ahora el líder boliviano continúa ocupando una fuerte posición en el ámbito regional.
En el contexto del “giro a la derecha” en la región de América Latina, la Alianza entró al 2018, pasando por tiempos difíciles. Uno solo puede esperar que el ALBA sea capaz de superar las dificultades actuales y salga de la crisis económica y política, común tanto para América Latina como para la comunidad mundial en su conjunto y en una nueva calidad.