Dicho “súper maratón” electoral ocurre en América Latina cada 12 años. Del noviembre de 2017 al noviembre de 2019 se realizarán las Elecciones Presidenciales en los 14 países de América Latina. El inicio se debió a las Elecciones de los Presidentes de Chile y Honduras a fines del año pasado 2017. Cabe destacar que durante la primera mitad del año 2018 enseguida se seleccionarán nuevos jefes de Estado en las dos primeras (Brasil y México) y la cuarta (Colombia) economías de la región.
La lista de las próximas elecciones es muy diversa. Las Elecciones Presidenciales y Parlamentarias ya se realizaron el 4 de febrero en Costa Rica. Luego, un mes después, el 4 de marzo, se eligió un nuevo Parlamento de El Salvador. El 11 de marzo los colombianos eligieron nuevos diputados, y el 27 de mayo y el 17 de junio tendrán que elegir al jefe del Estado. El 19 de abril, la transferencia de poder de Cuba tendrá lugar en la Isla de Libertad. Y tres días después de este evento significativo, el 22 de abril se realizarán elecciones en Paraguay y Venezuela. Cabe señalar que en el caso de Paraguay, además del Presidente, los paraguayos elegirán un nuevo Parlamento. En el verano de calendario, el 1 de julio, se llevarán a cabo las Elecciones Presidenciales y Parlamentarias. Y el 7 de octubre esta maratón se cerrará por las Elecciones del jefe del Estado más grande de Sudamérica, Brasil.
La agencia estadounidense de calificación conocida “Fitch Ratings” en su informe sobre el nivel de desarrollo de América Latina señaló que actualmente la clave para la vida de la región son los riesgos políticos, así como el hecho de que durante el 2018 América Latina estará en peligro de graves amenazas económicas y políticas. En este sentido, las elecciones serán un indicador decisivo para evaluar la calidad y la fortaleza no solo de la democracia en la región, sino también de la confiabilidad de todo el sistema electoral latinoamericano.
Al examinar la “súper maratón” electoral, no se puede evitar tocar el tema del impacto de los resultados de las elecciones latinoamericanas en su conjunto en los procesos políticos mundiales. Ningún país en la región tiene un impacto tan fuerte en los Estados Unidos, como México. Por lo tanto, está bastante justificado que en Washington, a partir de 2017, estén siendo vigilados de cerca con la situación. Como sometidos por la “histeria anti-ruso”, el liderazgo de Estados Unidos y sus estrategas políticos más temen que Rusia será capaz de intervenir en las elecciones presidenciales en México a agravar ya aún más el alto grado de enfrentamiento político entre los dos países. Por cierto, todo eso abiertamente mencionó en ese momento secretario Rex Tillerson en una conferencia de prensa en la ciudad de México, que realizó en febrero la gran gira “latinoamericana”. Tillerson decidió revelar el secreto principal del Kremlin y habló sobre los “tentáculos” de Moscú, con los que influye en los procesos electorales en todo el planeta.
Por cierto, como parte de su viaje latinoamericano en febrero, Tillerson observó repetidamente con preocupación la restauración y el fortalecimiento gradual de la autoridad rusa en América Latina. En sus discursos y entrevistas, también instó a los líderes de los países de América Latina a estar más atentos a las intrigas del Kremlin y defender los regímenes políticos democráticos.
Sin embargo, durante este año, tomando la decisión, los electores latinoamericanos se guiarán no por consideraciones ideológicas y discursos de líderes estadounidenses, sino por problemas más cotidianos. Como muestran las numerosas encuestas de opinión, los habitantes de los países latinoamericanos en todas partes quieren ser gobernados por los políticos “limpios” que no tienen nada que ver con los escándalos de corrupción. Además, un mayor grado de influencia en el estado de ánimo de los latinoamericanos tiene problemas de seguridad. Hasta la fecha, América Latina continúa siendo la segunda región más grande del mundo (después de África) en términos del número anual de homicidios. Por lo tanto, parece natural que los latinoamericanos que poco probable votarán por los viejos partidos o candidatos presidenciales, lo que podría poner en riesgo la seguridad de los procesos de paz en países tales como Colombia, donde sólo en el año pasado terminó la guerra civil que duró más de medio siglo .